martes, 12 de junio de 2012

Yo no te digo amor ni te voy a decir todos los días que por vos vivo ni que sos lo más importante
porque es mentira.
Y nada más.

Cuando alguien te diga que te quiere por siempre a su lado, cuando alguien te repita hasta el cansancio que quiere toda una vida con vos, no le creas, porque también miente.
Y si yo te lo digo, no me creas. ¡Nunca me creas si alguna vez te llego a decir que te voy a querer por siempre!
Ni aunque te lo jure ni aunque suene sincera ni aunque nada, porque tendemos a romperlo todo.

Tendemos a ser torpes. El tiempo, este maldito mundo, nuestra propia sangre batiéndose en las venas nos obliga a corromper las palabras, a quebrar hasta lo inexistente, a hacer añicos cielo historias valores mundos sueños esperanzas miedos.

Todo es corruptible. Todo se metamorfosea.

Y qué más lábil, qué más débil, qué más volatil que las palabras, que fluyen en el aire y vuelan o caen como plomo hasta los confines del olvido.
Qué más terrible y engañoso que lo que se dice que y se nos marca con fuego en el pecho. Nos miramos el sello terrible sobre la piel en el espejo, y está del revés.

Séver led átse.

SÉVER LED ÁTSE.

Y con el tiempo se borra. Porque el tiempo lo lleva todo, y me chupan un huevo todas las interpretaciones existenciales sobre la angustia de la fugacidad del tiempo, lo digo en serio, me quiero salir de esta abstracción, el tiempo nos llena de polvo los ojos, tragamos tierra, nos intoxicamos, los oídos se vuelven como agujeros negros, las manos se arrugan, mudamos la piel, y lo que dijimos y fuimos es solo
otra
mentira.

Es horrible estar diciendo que solamente el presente sirve al presente.

Pero el mañana, oh, es tan lejano, tan abstracto, tan... yo qué sé que será del mañana. Con qué ojos te voy a ver a la cara.



Pero sí es verdad que hoy te extraño tanto.