martes, 8 de octubre de 2013

Queja abierta

Me ha pasado en los últimos tiempos algo relativamente raro. Medio al estilo Sombrerero/Alicia, varias personas me han acusado de perder algo.  Para seguir con lo del Jabberwocky y Tim Burton/Lewis Carol, de perder mi muchosidad
Realmente me irrita. Yo no creo haber perdido nada, sí puedo haber cambiado, pero qué triste sería no haber cambiado desde mis catorce años hasta los diecinueve. Si después de cuatro años de secundaria, un año y medio haciendo danzas clásicas, varias lecturas de por medio, psicólogo, y casi dos años viviendo a mi propio ritmo en Córdoba no hubiera cambiado, sería, arriesgo (sí, soy sarcástica, no arriesgo, afirmo), una persona boludísima. 

No es que no extrañe a la Julieta que sabía escribir cuentos, y que tenía una respuesta firmemente moral para cualquier dilema, ¡pero ya está! Si yo siguiera siendo como a los catorce años seguiría escuchando Tokio Hotel y mi parámetro literario seguiría siendo Harry Potter (no es que no siga amando Harry Potter, no es esa la cuestión), y eso sería muy triste: significaría que no he avanzado para nada. Que sigo con los mismos esquemas de un colegio católico, del adoctrinamiento horroroso de ser clase media y haber sido criada a la cristiana, de ser la nena de la casa, la hermanita menor, y otros etcéteras. 

Nadie, nadie avanza si sigue siendo el nene de la casa, si sigue haciendo y diciendo lo mismo, si sigue tratando de atenerse a la moral impuesta sin querer queriendo. El mundo necesita cambiar porque el mundo cambia, y nadie avanza si se mantiene en el tristísimo perímetro de su propia sombra. 


Pero lo que me molesta muchísimo más, es que esa gente ¡me acusa! Y acusar es la palabra, porque me lo dicen con reproche, como si quisieran imponerme que yo siga siendo lo que era, que yo me mantenga impermeable a seis años de mi vida: me atrevo a afirmar, a nadie le pasan como si nada veinticuatro horas, no se es el mismo hoy a las seis de la tarde que hoy a las doce de la noche. En cada momento nuestra mente está naufragando y buscando puertos. 

Y no nada más me acusan, sino que ni siquiera consideran el hecho de que tal vez sean ellos los que también han cambiado, los que tampoco pueden mantenerse al nivel delirium, los que han perdido la muchosidad o lo que sea. Porque donde hay dos personas, hay diálogo, hay dialéctica, un puente no se sostiene jamás de un solo lado diría cortázar con sus palabras precisas, ¡tiene que haber intercambio! ¡No es que surge en mí la queja o el chiste porque sí! Hay algo que hace que surja. Y si vos estás al frente y ya no surgimos, ya no hay nada, no nos debemos nada. Chau, en otra ocasión será. 
Salvo unas pocas personas indispensables en la vida, el resto es como una ola en el mar, se va perdiendo desde la inmensidad hasta la orilla, hasta que no se la ve más.

No necesariamente soy yo la estéril: el diálogo es un devenir, algo continuo y necesariamente de a dos. Si buscaban en mí un rastro del pasado impoluto, ¡qué mal que estamos! Para eso está el recuerdo. Los seres de verdad cambiamos.

Y, otra cosa mariposa (?), si sigues viviendo en el pasado, y esperando lo mismo de las mismas personas, es porque hay algo mal con lo que estás haciendo. 



...
De cualquier forma, en esencia, somos los mismos, literatura, humor negro, rock nacional. El cambio está en dos niveles, el superficial ("ay, mirá como habla, cordobesita" (idiotas) y el metafísico ("no sé qué es, pero no es lo mismo").  Cualquier persona que me quiera hablar de Andrés Calamaro, literatura, o lo que sea, es más que bienvenida, pero no esperen que mi canción preferida siga siendo Buena suerte y hasta luego. 


Y si han terminado de leer esto y piensan "pobre, ha perdido su muchosidad", con toda vuestra muchosidad a cuestas... ¡Podéis iros al carajo!


Finalmente, si diez años después, no estamos igual, qué le vas a hacer, Calamaro querido. 




4 comentarios:

  1. ok ok, lo siento, desde la inmensidad a la orilla será nomás

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  2. La vida es movimiento, es cambio, ni siquiera las bacterias unicelulares se mantienen inalterables en un lapso de 10 minutos, ¿cómo esperan que un ser humano lo haga?. No les lleves el apunte, el común de la gente vive aterrada del cambio, quizás es por eso que no lo acepten.
    Voto más por el cambio en tres niveles, el mental o psicológico, el físico o material, y el espiritual o esencial, y creo que la relación que los asocia es algo así: a enormes cambios físicos, medianamente notables cambios psicológicos, sobre diminutos y casi imperceptibles cambios esenciales.

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  3. (Me desilusiona corregirme, pero: "el común y buena parte del no tan común.")

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