sábado, 24 de agosto de 2013

Creencias de madrugada

No creo que en este día las cosas hayan sido así por algo.
¿O sí?

Creo en el frío en mi desorden,
mi casa.
Creo en mis manos heladas que no atinan a la tecla de la computadora.
Creo en el silencio y en la ausencia.
Son la misma cosa.

Creo que creo en la redundancia. Creo.

Creo en el punto ciego de Córdoba
donde un sábado
-¡hoy lo encontré!-
a las tres de la mañana
puedes escuchar el sonido de tus pasos
y tu voz como
uno dos tres ecos, sin que ningún adolescente boquiflojo
grite alguna guasada

y eso es tan real
como que mañana voy a despertar y este frío va a ser
solamente una pesadilla
o un dolor de garganta. El frío tiene sus extrañas maneras de cagarnos el fin de semana.

creo en el ascensor
y que los porteros son metidos
y esto último es tan cierto, que debería ser religión o ideología

creo en la mesa
en los platos sucios esperando la redención santa del detergente
el perdón de los pecados

creo que tengo hambre
y que la gente piensa que solo hablo de comida

y creo que tengo sueño
y ese fue hoy mi leit motiv

creo en mi cama
supongo que no se fue a ningún lado

creo que ser una cama debe ser aburrido

sé que Córdoba está ahí abajo
que es ese momento molesto de la noche
donde sale la gente del encierro posmoderno del boliche

apuesto que algún chabón se ganó la lotería con una mina bastante borracha
o que alguna mina fue al departamento de un chabón
esperando un café, parece que esas cosas pasan.

Me contaron. Yo les creo.

Creo en el reencuentro,
y en la euforia del reencuentro,
Creo en cinco pesos de propina a un mozo
que habrá pensado

tanto comieron y tan poca plata dejan, malditas adolescentes risueñas


Creo que son las cinco y tres minutos de la  madrugada
y que todo lo que creí esta noche

va a seguir estando muchos sábados más

Y eso creo que puede ser la paz


y eventualmente la guerra.

Hoy es la paz.

Y me alegra creer eso.



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