viernes, 29 de noviembre de 2013

No voy a escribir más poesías

Hoy, con la misma determinación con que Sor Juana se cortaba el pelo si no llegaba a estudiar lo que se proponía, voy a dejar de escribir poesía.
Hoy, con el mismo pacto tácito con el silencio con que Oliveira y los del Club de la Serpiente no le dicen a La Maga que Rocamadour (Rocamadour, bebé...) ha muerto, voy a dejar de escribir poesía.
Hoy, con la misma eternidad con que el Coronel Aureliano Buendía recuerda el día, aquel día, que su padre lo llevó a conocer el hielo, voy a dejar de escribir poesía.


Esta misma puta noche, con el mismo descaro con que un pelotudo toca bocina a las dos menos veinte de la mañana, voy a dejar de escribir poesía.

¡Porque no sirve para nada! Porque en el maldito momento de escribir poesía hay un lápiz. Porque donde hay un lápiz hay una mano. Y donde hay una mano torturando un papel, hay un sinfín de historias más que merecen ser contadas. Más. Como las cucarachas. Donde ves una cucaracha, hay cuarenta, leí.

Cuarenta cucarachas. Y vos ves una. Y de seguro vuela. Las cucarachas no son poesía.

Donde dices que hay cuarenta, apenas hay una. Y es un engaño horrible.

Porque la poesía no está en la erudición ni en la pinche y aburridísima muerte filosófica, ni en la precocidad de publicar un libro antes de los veinte años a no ser que te llames Rimbaud o te lo hayas garchado a Verlaine. Dos de dos.

Hoy, porque sí, o no, con tantas razones como dada se llama dada,  voy a dejar de escribir poesía.

Porque todo, Córdoba, vos, y vos, pero en especial yo, y mis panfletos poemáticos, nos podemos ir a la mierda, rapidito, en patineta, en bici, en colectivo, a la mierda.


Hoy voy a dejar de escribir poesía, ese intento patético y reverencial de creerse que uno puede estar a la altura de lo universal
esa egolatría ridícula de creer que en esas cifras, las cifras de las palabras, hay algo trascendente, que va más allá.

Nada va más allá si nadie lo entiende.
Yo no voy a escribir más poesía.

No es mentira. Mentira es la poesía. Yo no voy a mentir más.

Nada que se agote en treinta palabras es
a) un reflejo de la belleza
b) misivas para un ser amado
c) espejo del mundo
si
a) nadie las lee
b) nadie las entiende
c) a nadie le interesa.

La poesía es, ni sé qué es, y ¿saben qué? La gente dice que no se sabe qué ---- es una poesía.

Que no hay algo que defina la poesía.


Pero en cuanto algo se asoma mucho a una poesía o se aleja mucho de la poesía o  le baila por los costados,
no es nada.



Yo

quería hoy
que la ciudad me toque con su varita mágica, con la varita de la lluvia, de que es Nueva Córdoba y es viernes y no hay tanto ruido, y creo que
escribir algo así como una poesía. Esa cosa que nadie dice saber qué es, pero de repente,  todos parecen acordar en que tiene ESTA forma ESTAS palabras ESTAS alusiones ESTO, ¡ESTA!

La poesía, es el mal de todos los siglos.

Hacete un favor, y hacele un favor a la poesía, y no la nombre(mo)s  más. Así veamos alguna vez si sabemos de qué se trata.



Al cabo que nunca fue lo mío.

3 comentarios:

  1. Ni vos te creés. Gracias por poner la opción de "anónimo".

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  2. Creo, con vehemente certeza, que hay más rocío en esas verdes hojas de lo que la casual brisa suele delatar. De modo alguno, también sería bueno sentir que continuas moviendote por propio vigor, que de vez en vez, a unos cuántos nos gusta pensar que está lloviendo.

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  3. ¿Ves? Los del Club de la Serpiente sólo eran un montón de hipsters.

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